L1 (L61-62) Nuestras ideas para el repaso de hoy son las siguientes:
L81 (L61) 1 Soy la luz del mundo.
2 ¡Cuán santo soy, que me han encomendado la función de iluminar el mundo! 3 Me aquietaré ante mi santidad1. 4 Que en su suave luz desaparezcan todos mis conflictos. 5 Y que en su paz pueda recordar quién soy realmente.
6 Cuando parezcan surgir dificultades, algunas variaciones específicas para aplicar esta idea podrían ser:
7 No nublaré la luz del mundo en mí.
8 Que la luz del mundo resplandezca sobre esta apariencia.
9 Esta sombra desaparecerá ante la luz.
L81 (L62) 10 Perdonar2 es mi función por ser yo la luz del mundo.
11 Sólo aceptando mi función podré ver la luz en mí. 12 Y en esa luz, mi función se perfilará claramente y sin ambigüedad alguna ante mis ojos. 13 Esta aceptación no depende de que me dé cuenta de lo que es mi función, pues aún no comprendo lo que es perdonar. 14 Sin embargo, confío que en la luz lo veré tal como es.
15 Algunas variaciones para las aplicaciones más concretas de esta idea podrían ser:
16 Que esto me ayude a aprender qué significa perdonar.
17 No voy a separar mi función de mi voluntad.
18 No usaré esto para apoyar algún propósito ajeno a mí.
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1 Santidad, con mayúscula, en el eterno Presente de la Unicidad de Dios, es el Estado de perfecto Amor que vivimos con Él en Paz y Alegría, como Almas fusionadas en Una sola en Cristo, Su único Hijo. En minúscula, santidad, es la experiencia en mi fuero interno del reflejo de ese Estado. Ver T1.1.31 [42-44], T2.2 [45], T5.4 [23], T14.5, L36, L37, L39
2 El perdonar —que forma parte del proceso de aceptar el Redimir para uno mismo—en un primer paso, es concienciar que la causa de mis sufrimientos y dolor no se encuentra en el otro que estoy tratando de perdonar, sino en el sistema de pensamiento del ego hecho por mi yo, el soñador, y el especialismo producido por mi mente separada que lo usa. En un segundo paso, decido pensar con el Espíritu Santo y trato de ver más bien el Alma de ese otro. El tercer paso se da, cuando conciencio que su Alma no tuvo nada que ver con lo que su cuerpo me pudo haber hecho, porque en la Unicidad —que es Donde quiero creer que realmente estamos todos como Almas, fusionadas en Una sola en Cristo— sólo hay Amor entre Dios y Su único Hijo. El último paso se da cuando, habiendo logrado perdonar a ese otro, voy a vivir la divina experiencia de Cristo o de Amor de la fusión de su Alma con la Mía, es decir, la experiencia del mundo real, que luego, trataré de extender a todo y a todos. Ver T16, T17.7, T29.7, L121. L122, LTe.1 (-221)