L1 (L26-30) Nuestro repaso de hoy abarca lo siguiente:
L56 (L26) 1 Mis pensamientos de ataque, atacan mi invulnerabilidad 1.
2 ¿Cómo puedo saber quién soy cuando pienso estar sometido a continuos ataques? 3 El dolor, la enfermedad, las pérdidas, la vejez y la muerte parecen acecharme. 4 Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. 5 Sin embargo2, la perfecta Seguridad y la plena Realización3 constituyen mi verdadera herencia. 6 He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que veo4. 7 Pero Dios la ha salvaguardado para mí. 8 Mis propios pensamientos reales me enseñarán Lo que es mi herencia.
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1 La invulnerabilidad es tu perfecta liberación de creer que algo aquí te pueda hacer realmente daño, porque quieres creer que realmente somos Almas perfectas fusionadas en Una sola en Cristo, el Hijo único de Dios, y que estamos en Su eterna Unicidad —donde Todo es Uno y sólo hay Amor, paz y alegría— en vez de ser cuerpos en este mundo del tiempo y del espacio, regido por las leyes de la evolución y escasez. Esta creencia te ayuda a usar la indefensión —que conjuntamente con la inculpabilidad es la condición, para poder perdonar— como medio de enseñar a tu hermano que somos realmente inmunes al ataque y que él es realmente inocente, pues su ataque no pudo hacer daño a nuestra Alma, y al no permitirle pensar que sí lo pudo hacer —porque lo hizo al cuerpo— le estarás enseñando que el Redimir — Que aceptaste para ti— también es suyo. Demuestras eso al no alterarte y, en lo posible, enseñar un cuerpo sano. Porque al alterarte y enfermarte, le estarías enviando a tu hermano el mensaje que dice: "Mira hermano, por tus manos muero". Vivir la invulnerabilidad es querer ser el reflejo aquí del Cielo, donde no hay nada que perdonar, porque ninguna Alma puede hacer daño a Otra, ya que, repetimos, Todas están fusionadas en Una sola en Cristo, el Hijo único de Dios. Ver T9.9 [76], T11.10, T13.8 [71], L26
2 … en mi mente
3 … o Conocimiento, con mayúscula, es lo que saben todas nuestras Almas perfectas y eternas, fusionadas en Una sola en Cristo, el Hijo único de Dios, Almas que, en perfectas paz y alegría, están compartiendo con Dios Su Amor o Espíritu Santo, en el eterno Presente de Su Unicidad. Aquí, cuando pensamos con el Espíritu Santo, en minúscula, conocimiento: 1) es lo que experimentamos en un instante santo del mundo real, al haber logrado perdonar totalmente a otro y unir como Una, su Alma con La mía; 2) es saber que esa experiencia es el reflejo aquí del eterno Conocimiento. Y cuando pensamos con el especialismo del ego, es lo que se puede llegar a conocer en este mundo, de acuerdo con sus leyes. Ver T3.5 [35] y [37], T25.4 [25]
4 … y que mi mente primordial separada hizo y sigue haciendo…
L56 (L27) 9 Por encima de todo, quiero ver realmente.
10 Al reconocer que lo que veo refleja lo que creo que soy5, me doy cuenta de que ver6 es mi mayor necesidad. 11 El mundo que veo da testimonio de cuán espantosa es la naturaleza temerosa de la imagen que he hecho. 12 Si quiero recordar7 quién soy, es esencial que abandone esta imagen de mí. 13 A medida que sea reemplazada por la Verdad8, la visión me será ciertamente dada. 14 Y con ella, miraré al mundo y a mí mismo con caridad y con Amor.
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5 … Cuando pensamos con el sistema de pensamiento del ego, el cuerpo es un fragmento encarnado de el yo, el soñador, regido por las leyes de este mundo, y constituye la prueba viviente de que este mundo es real, y que evidentemente estamos separados de Dios y unos de otros. Pero, cuando decidimos identificarnos con nuestra Alma (o Espíritu) y pensamos con el Espíritu Santo, el cuerpo es el medio por el cual el Hijo de Dios recobra la cordura. Aunque el cuerpo fue concebido para encerrar al Hijo en el infierno sin escapatoria posible, ahora la meta del Cielo va a substituir a la búsqueda del infierno y, como el Hijo único de Dios que realmente somos, extendemos nuestra mano para tomar la de nuestro hermano y caminamos el sendero con él. Ahora, nuestros cuerpos se han vuelto santos y nuestras mentes acertadas sirven para curar a las mentes equivocadas que sólo sabían de vida efímera y de muerte. Ver T1.1.51 [86], T2.2 [45], T2.3 [53], T2.3 [56], L161.4, LTe.5 (-L261)
6 … con la visión de Cristo es, en un instante santo en mi fuero interno, la que mira más allá del cuerpo de la persona que quiero perdonar y, cuando logro acceder al mundo real, ve su Alma perfecta y eterna fusionada con La mía como Una, fusión unitaria que incluye a todas las Almas, en la experiencia de Cristo, nuestra verdadera Identidad. Basado en esa experiencia, cada vez que decida pensar con el Espíritu Santo, es decir, pensar con mi mente acertada, voy a percibir el mundo de otra manera, en la que, en mi fuero interno, no hay nada que no justifique perdonar completamente, extender los milagros que sugiera el Espíritu Santo y unirme a esa y otras personas, en relaciones santas. Ver T11.7, T12.5 [42]
7 … realmente
8 La Verdad, con mayúscula —que realmente no somos cuerpos sino Almas, Tal como Dios nos creó— según el Curso, no se puede describir ni tampoco explicar; sólo puede experimentarse en nuestro fuero interno, en un instante santo del mundo real, al haber logrado perdonar totalmente a otro y haber visto su Alma con la visión de Cristo. En esto radica aquí, la paz de Dios. En minúscula, es la verdad del ego, cuyo sistema de pensamiento está basado en la percepción de que el tiempo y el espacio y el universo son reales, están regidos por las leyes de la evolución y escasez, y constituyen la única y verdadera realidad. Ver T7.5, T14, T30.5
L56 (L28) 15 Por encima de todo, quiero ver las cosas realmente de otra manera.
16 El mundo que veo mantiene vigente mi espantosa autoimagen, y garantiza su continuidad. 17 Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la Verdad no podrá emerger en mi concienciación. 18 Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo9 me sea abierta, para así poder mirar más allá de él al que refleja el Amor de Dios.
L56 (L29) 19 Dios está en todo lo que veo.
20 Tras cada imagen que he hecho, la Verdad permanece inmutable. 21 Tras cada velo que he corrido sobre la faz del Amor, Su luz sigue brillando incólume. 22 Más allá de todos mis dementes deseos, se encuentra mi voluntad, unida a la de Mi Padre10. 23 Dios sigue estando en todas Partes y en todas las cosas eternamente. 24 Y nosotros, que realmente formamos parte de Él, todavía habremos de ver más allá de las apariencias, y reconocer la Verdad que está tras todas ellas.
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9 Aceptar para sí mismo el Aceptar para ti mismo el Redimir, siempre con mayúscula:
1) es un acto de Amor general; 2) es fusionar tu Alma con La del que perdonas en Una sola, en la experiencia de Cristo; 3) es haberse decidido a pensar cada vez más "nos" con el Espíritu Santo y cada vez menos "yo", "yo", "yo" con el ego; 4) es el acto de compartir desinteresadamente; 5) es querer creer que la separación nunca ocurrió y, por lo tanto, no somos cuerpos sino realmente las Almas perfectas fusionadas en Una sola en Cristo, el Hijo único Que Dios creó; 6) es dejar de creer en la realidad del ego y querer creer en la Realidad, el eterno Presente de la Unicidad con Dios; 7) es siempre una manera de escapar del miedo. Ver T3.3, T5.3, T11.9, L139
10 La Voluntad de Dios —en el eterno Presente de Su Unicidad en la Que todas nuestras Almas perfectas están fusionadas en Una sola en Cristo, Su Hijo único, Dios— quiere que la felicidad que Su Hijo heredó de Él siga imperturbada y perpetua en la Alegría de la Creación plena, eternamente receptiva y totalmente ilimitada en Él. Aquí, la Voluntad de Dios es, por medio del perdón y de la extensión de milagros, que nos volvamos el reflejo de ese eterno Presente de la Unicidad, en la Que, en paz y con alegría, nos amamos unos a otros como uno en Cristo, el Hijo único de Dios, Quien es Uno con Él. Ver T12.7 [64-65], T13.5 [41], L193
L56 (L30) 25 Dios está en todo lo que veo, porque Dios está en mi mente11.
26 En mi propia mente, detrás de todos mis pensamientos dementes de separación y ataque, está el conocimiento12 de que Todo eseternamente Uno con Dios. 27 Yo no he perdido el conocimiento de quién soy realmente, por el hecho de haberlo olvidado. 28 Este conocimiento ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado a Sus Pensamientos. 29 Y yo, que realmente Me cuento entre ellos, soy realmente Uno con Ellos, y Nosotros Uno con Dios.
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11 ... cuando decido pensar con el Espíritu Santo
12 Conocimiento, con mayúscula, es lo que saben todas nuestras Almas perfectas y eternas, fusionadas en Una sola en Cristo, el Hijo único de Dios, Almas que, en perfectas paz y alegría, están compartiendo con Dios Su Amor o Espíritu Santo, en el eterno Presente de Su Unicidad. Aquí, cuando pensamos con el Espíritu Santo, en minúscula, conocimiento: 1) es lo que experimentamos en un instante santo del mundo real, al haber logrado perdonar totalmente a otro y unir como Una, su Alma con La mía; 2) es saber que esa experiencia es el reflejo aquí del eterno Conocimiento. Y cuando pensamos con el especialismo del ego, es lo que se puede llegar a conocer en este mundo, de acuerdo con sus leyes. Ver T3.5 [35] y [37], T25.4 [25]