Un funcionario presente, responsable de elaborar los discursos de un importante dirigente, cuyo nombre evito, para no acarrearle problemas, me confesó que invertía una enorme cantidad de tiempo en revisar que el discurso fuera contentivo de suficientes “las y los”, que no se le escapara ninguno, so pena de que la perorata no estuviera a la altura de las nueva expresiones políticas; me dijo que le invertía más tiempo a eso, que a la esencia del discurso; el colmo.
Y me he enterado también de que en la nueva normativa de la Secretaría de Educación es OBLIGATORIO el uso de este lenguaje que absurdamente llaman inclusivo.
No es el lenguaje el que hará a una institución inclusiva o no, son las prácticas.
No es el lenguaje, el que le concederá derechos a determinados grupos, es la ideología, el comportamiento y el ejemplo.
Y por si no tuviéramos bastante con el abuso de TODOS y TODAS, hay quien se atreve al uso ridículo y aberrante de TODeS, una completa barbaridad.
Si ya la Real Academia Española (RAE) ha expresado con claridad que no es correcto repetir la misma palabra en su versión masculina y femenina, por lo que no es necesario usar continuamente expresiones como los/las cuando se habla y se escribe sobre el género, resulta además una total deformación de nuestro idioma el uso de todes, que no tiene aceptación alguna en nuestra gramática.
Baste con no utilizar lenguaje discriminatorio, con no menospreciar a las mujeres en el discurso, con que el género femenino puede preceder al masculino; con elaborar buenos discursos pues, sin tener que caer en esos absurdos, de los que triste y ridículamente abusan ya la mayoría de políticos, gobernantes y funcionarios públicos.
Recuperemos nuestro lenguaje y su riqueza. No se es inclusivo por el lenguaje, sino por el actuar.
Al Buen Entendedor…
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