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Al Pueblo de la Diócesis de Los Ángeles:
Saludos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Este mensaje viene con la seguridad de que la Obispa Bruce, la Canóniga McCarthy y todos nosotros en St. Paul’s Commons oramos por ustedes a diario, más aún en medio de la crisis emergente que plantea la amenaza del nuevo coronavirus.
Espero que hayan tenido la oportunidad de leer, tomar notas y digerir internamente la carta de la Obispa Bruce del 26 de Febrero acerca los pasos de sentido común que todos debemos tomar, incluyendo lavarse las manos con agua y jabón, estornudar en el dobles del codo, evitar tocarnos la cara y reemplazar apretones de manos y abrazos con golpes suaves de puño y de codo.. Ustedes pueden encontrar su carta
aquí.
A medida que aprendemos más acerca de la amenaza, he decidido que son necesarias medidas adicionales, de acuerdo con nuestra responsabilidad compartida en Cristo de cuidarnos los unos a los otros. Según los expertos que hemos consultado, en caso de un brote de la enfermedad en nuestra diócesis, no podemos prometer a la gente que el terco virus COVID-19, si es que se deposita en el labio del cáliz, no se transmitirá a otra persona tomando el vino. Por esta razón, en la Diócesis de Olimpia, que ya ha sido duramente afectada por este virus, los funcionarios de salud ya han pedido a las iglesias que dejen de ofrecer el vino en la copa común.
Creo que sería prudente que hagamos lo mismo. En mi autoridad como obispo diocesano, por medio de la presente informo a todos nuestros líderes laicos y ordenados de que
el vino de comunión no podrá ofrecerse en nuestras iglesias, ni para beberlo ni para mojar en vino el pan o la hostia, hasta que podamos estar seguros de que el peligro de las infecciones masivas del COVID-19 haya disminuido.
Desafortunadamente, el mojar la hostia o el pan en el vino no es una alternativa más segura que el tomar el vino del cáliz. Como todos hemos aprendido en los últimos días, el virus generalmente ingresa al cuerpo a través de la boca o la nariz. Cuando un ministro del cáliz moja para mí la hostia o el pan en el vino, este ministro corre el riesgo de tocarme la boca y pasar o adquirir el virus. Cuando yo mojo el la hostia o el pan por mí mismo, puedo tocar el vino y el borde del cáliz.
Los sacerdotes que presidan la Santa Eucaristía todavía deberán consagrar una pequeña cantidad de vino mientras llevan a cabo el rito. Los cristianos reformados saben bien que el acceso de los laicos a la copa común fue un derecho ganado con mucho esfuerzo. Pero vale la pena enfatizar que, según nuestra teología de la Santa Eucaristía,
el sacramento en una sola especie es completo y suficiente. Si he tomado la hostia consagrada, no recibo ningún beneficio adicional al recibir el vino consagrado.
Levantaremos esta restricción cuando la crisis haya disminuido. No obstante, insto a los líderes de todas nuestras congregaciones a que aprovechen esta oportunidad para enseñar y dialogar acerca de mojar la hostia o el pan en el vino, cuyos riesgos para la salud durarán más allá de lo que dure esta emergencia.
Una palabra también sobre la hostia.
Pedimos a todas las personas que tocan las hostias de comunión que se laven las manos vigorosamente con agua y jabón inmediatamente antes de que comience su trabajo en el altar, no antes del servicio, sino justo antes de consagrar o distribuir la comunión. Además,
los ministros que distribuyan la comunión deberán ponerla en la palma del comulgante en lugar de colocarla en su lengua.
Las iglesias que utilizan pan horneado deben cambiar a hostias, ya que el acto de partir el pan implica un contacto considerable con los dedos y las manos de los ministros.
Finalmente, en algunos de nuestros servicios, los comulgantes tienen la práctica de pararse en un círculo y darse la comunión unos a otros. Por el momento,
estas comunidades deben nombrar ministros eucarísticos para servir la comunión de acuerdo con las otras instrucciones contenidas esta carta.
Sobre todo, queremos que se sientan seguros y seguras. Sabemos que ustedes quieren que sus parientes en Cristo, quienes se arrodillan o están a su lado, también se sientan seguros. Entiendo que la mayoría de nosotros, profundamente comprometidos con nuestra prácticas de compartir, no le daremos la bienvenida a estas directivas. En nombre de toda nuestra comunidad diocesana, les agradezco a cada uno de ustedes por sacrificarse por el bien de todo el cuerpo de Cristo.
Especialmente en tiempos como estos, cuando estamos preocupados por nosotros mismos y por aquellos a quienes amamos, dependemos de nuestras familias en la iglesia para obtener consuelo y fortaleza, perdón y renovación. A pesar de estas medidas temporales, espero que éste siga siendo el espíritu en todas nuestras iglesias. A medida que enfrentamos y superamos esta crisis, espero que una comprensión cada vez más profunda de nuestra obligación de velar por nuestros vecinos más cercanos en el nombre de Cristo nos haga cada vez más devotos a la gloria de Dios y al florecimiento de todo el pueblo de Dios.
Suyo en el amor de Cristo,
El Reverendísimo John Harvey Taylor
VII Obispo de Los Ángeles