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T31.3 [31] 43
Alegrémonos de que
vas
a ver lo que verdaderamente crees, y de que te
haya
sido dado poder
cambiar
lo que creías.
44
El cuerpo simplemente te seguirá.
45
Jamás
te podrá conducir donde tú no quieras ir.
46
No es un centinela de tu sueño, ni interfiere en tu despertar.
47
Libera a tu cuerpo del encarcelamiento
8
, y no verás a nadie prisionero de lo que tú escapaste.
48
Tampoco
querrás
retener en la culpa a los que escogiste como enemigos, ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a los que piensas que son tus amigos.
UCSM TEXTO CH 31
LA SENCILLEZ DE LA SALVACIÓN
T31.3
LOS QUE SE ACUSAN A SÍ MISMOS
|
Un Curso Sobre Milagros
edición original
Libro de Lecciones
L E C C I Ó N 329
Ya he decidido
lo que Tú quieres.
|
L329.1 1
Padre, pensé que me había alejado de Tu Voluntad, que La había desafiado, que había violado sus leyes y que había interpuesto una segunda voluntad más poderosa que la Tuya.
2
No obstante, en verdad no soy otra cosa que Tu Voluntad, extendida y extendiéndose continuamente.
3
Eso es lo que soy.
4
Y eso nunca cambiará.
5
Así como Tú eres Uno, así soy realmente Uno Contigo
1
.
6
Y eso fue lo que decidí cuando Me creaste, cuando Mi Voluntad se hizo eternamente Una con la Tuya.
7
Esa decisión se tomó para toda la Eternidad; por eso, mi voluntad no puede realmente cambiar ni oponerse a sí misma.
8
Padre, mi voluntad es la Tuya, y por eso estoy a salvo, tranquilo y sereno, viviendo una alegría sin fin, porque Tu Voluntad es que así sea.
L329.2 9
Hoy vamos a aceptar la unión que realmente existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente.
10
No tenemos otra voluntad que la Suya, y todos somos realmente Uno porque todos compartimos realmente Su Voluntad.
11
Por medio de Ella reconocemos que somos Uno.
12
Por medio de Ella, encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.
|
1
Unicidad
, con mayúscula es, en el eterno Presente del Cielo, Dios creando a Su único Hijo en un pensamiento de Amor o Espíritu Santo, Amor que se profesan eternamente Uno al Otro en perfecta armonía y alegre concordia. En minúscula,
unicidad
es la idea procesada en nuestro espíritu —la parte de nuestro cerebro que es capaz de compasión, de compartir y de amistad desinteresada— nacida del anhelo natural de unirnos amorosamente a todos y a todo, cuando logramos acallar en nuestro cerebro los deseos, ambiciones y pasiones del ego. Es el reflejo aquí de lo que queremos creer que es la eterna Unicidad de Dios. Ver
T8.5 [38], T10.2 [15], T26.2
|
Un Curso Sobre Milagros
edición original
Texto
Capítulo
31
LA SENCILLEZ DE LA SALVACIÓN
T31.3
LOS QUE SE ACUSAN A SÍ MISMOS
26-32
|
T31.3 [26] 1
Sólo los que se acusan a sí mismos condenan.
2
Cuando te prepares para tomar una decisión de la que van a derivar
diferentes
resultados, primero tendrás que aprender algo, y aprenderlo muy bien.
3
Y eso tiene que convertirse en un hábito de respuesta tan típico en todo lo que hagas, que sea tu
primera
respuesta ante toda tentación
1
y situación que se te presente.
4
Aprende esto, y apréndelo bien, pues con esto el retraso en experimentar felicidad se acortará un lapso de tiempo que no puedes ni siquiera concebir:
5
Nunca
odias a tu hermano por
sus
pecados
2
, sino
únicamente
por los tuyos.
6
Cualquiera que sea la forma que sus pecados parezcan adoptar, lo único que eso hace es oscurecer el hecho de que tú crees que esos pecados son los tuyos y que,
por consiguiente
, merecen que los ataques "con toda justicia".
T31.3 [27] 7
¿Por qué sus pecados van a
ser
pecados, a no ser que creas que esos mismos pecados no se te podrían perdonar a ti?
8
¿Por qué esos pecados son reales cuando se trata de él, a no ser que creas que constituyen
tu
realidad?
9
¿Y por qué los atacas
por todas partes
, sino es porque te odias a ti mismo?
10
¿Eres
tú
acaso un pecado?
11
Contestas "sí"
cada vez
que atacas, pues
cuando
atacas afirmas tu culpa
3
y la necesidad de infligir a otro lo que tú te mereces.
12
¿Y qué
puedes
merecer, sino lo que
eres
?
13
Si no creyeses que
mereces
que te ataquen, jamás se te
ocurriría
atacar a nadie.
14
¿Por qué habrías de hacerlo?
15
¿Qué ganarías con eso?
16
¿Qué es lo que realmente
quieres
?
17
¿Y de qué manera
podría
beneficiarte asesinar a otro?
T31.3 [28] 18
Los pecados están en los cuerpos
4
,
19
no se perciben en las mentes
5
.
20
No se ven como propósitos, sino como
actos
.
21
Los cuerpos actúan, pero las mentes no.
22
Por consiguiente, el cuerpo debe tener la culpa de lo que hace.
23
No se le ve como algo pasivo, que obedece tus órdenes y no hace nada por su cuenta.
24
Si eres pecado, es porque
eres
un cuerpo, pues la mente no actúa.
25
Por consiguiente, el propósito tiene que encontrarse en el cuerpo, y
no
en la mente.
26
El cuerpo tiene necesariamente que actuar por su cuenta y motivarse a sí mismo
6
.
27
Si eres pecado, encierras a la mente
en
el cuerpo y adjudicas su propósito a su hogar-prisión, que actúa
en su lugar
.
28
Un carcelero no obedece órdenes, sino que hace que el prisionero las cumpla.
|
|
1
Caer en
tentación
es vernos a nosotros mismos o a otros como egos o cuerpos individuales, separados unos de otros y de Dios, negando así nuestra verdadera Identidad de Cristo, en Quien todos somos realmente Uno, y Cristo, el Hijo único de Dios, Quien es Uno con Su Padre; y en general, creer que el tiempo y el espacio y todo lo que éstos contienen — incluyendo este mundo y nuestros cuerpos— son reales. Ver
T30.9 [91-94], T31.7 [76], M16.9-1
2
El
pecado
de todos los pecados fue la diminuta idea alocada de que el Hijo podía separarse de Su Padre y crear por su cuenta, idea que se coló en la Eternidad, donde Todo es Uno, y de la que el Hijo de Dios olvidó reírse. Por haberlo olvidado, ese pensamiento se convirtió en una idea seria, capaz de lograr algo y tener efectos aparentemente reales, como fue la hechura del tiempo y del espacio y de todo lo que éstos contienen, regidos como están por las leyes de la evolución y escasez. Ver
T27.9 [82] 37 y 38
Pero como esta realidad del ego no fue creada por Dios,
LTe.4 (-L251).1 1
3
La
culpa
o
culpabilidad
, aquí, cuando pensamos con el ego, es el sentimiento de haber faltado contra las normas que a lo largo de su vida según sus reflexiones, creencias y experiencias, cada uno ha considerado relevantes. En el Cielo no hay normas ni culpa, ya que Dios sólo sabe del Amor que comparte en paz y alegría con todas nuestras Almas Una en el Alma de Su único Hijo, en el eterno Presente de Su perfecta Unicidad. En cambio, aquí reina la imperfección del ego y de sus obras: el tiempo, el espacio, y todo lo que éstos contienen, regidos como están por las leyes de la evolución y de la escasez. Cuando creemos que ésa es nuestra realidad, sentimos culpabilidad por no estar a la altura de la perfección relativa que anhelamos. Pero cuando aceptamos el Redimir para nosotros mismos, queremos creer que realmente somos esas Almas perfectas y eternas que son Una con el Hijo y, por lo tanto, que no nos hemos separado de Dios. También, en nuestras mentes que ahora piensan con el Espíritu Santo, queremos ver las faltas imperdonables como errores subsanables por medio del perdón y de la extensión de milagros, y de esa manera, ser aquí el reflejo de lo que realmente somos y hacemos en el Cielo, a saber: Almas que son Una en el Hijo, que ama a Dios y es amado por Él en la alegre Concordia del Amor o Espíritu Santo que así era antes de que el tiempo pareciera existir. Ver
T4.5 [61], T5.7 [61], T5.7 [64] 38-39, T5.8 [73], T12, T13.3, T14.2, T16.6, T19.5.1.1
4
El
cuerpo
—cuando pensamos con el ego— es su encarnación, regido por las leyes de este mundo y constituye la prueba viviente de que este mundo es real y de que estamos evidentemente separados de Dios y unos de otros. Pero cuando pensamos con el Espíritu Santo, el
cuerpo
es el medio por el cual el Hijo de Dios recobra la cordura. Aunque el cuerpo fue concebido para encerrar al Hijo en el infierno sin escapatoria posible, ahora la meta del Cielo va a substituir a la búsqueda del infierno, y como el Hijo único de Dios que realmente somos, extendemos nuestra mano para tomar la de nuestro hermano y ayudarlo a caminar el sendero con él. Ahora nuestros cuerpos se han vuelto santos y nuestras mentes unidas y acertadas sirven para curar las mentes equivocadas que sólo sabían de vida efímera y de muerte. Ver
T1.1.51 [86] 5, T2.2 [45], T2.3 [53] 14-15, T2.3 [56], LTe.5 (-L261)
5
La
Mente
, con mayúscula, se refiere a la Mente única de Dios o de Cristo, y representa el agente que activa al Espíritu, aportándole su energía creadora. El Espíritu es el Pensamiento de Dios Que Él creó a Su semejanza. El Espíritu unificado es el Hijo único de Dios, o Cristo, en Quien nuestras Almas perfectas y eternas son Uno. En minúscula, la
mente
representa nuestra mente aquí, en la separación, y puede estar acertada o equivocada dependiendo de la voz que escuche. El
Curso
la describe como si tuviese dos partes: el espíritu (o mente acertada) y el ego. El espíritu es la parte que aún puede comunicarse con Dios por medio del Espíritu Santo, cuando pensamos, percibimos, perdonamos y extendemos milagros con Él. El ego es la parte que piensa según la evolución, es completamente ilusoria y sólo hacedora de ilusiones. Ver
T30.4 [43], T6.5 [46] 11, T6.5 [48]
6
… el cuerpo puede adquirir hábitos y adicciones que vuelven a la mente débil para decidir…
|
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T31.3
LOS QUE SE ACUSAN A SÍ MISMOS
pár 29-32
|
|
T31.3 [29] 29
No obstante, el prisionero es el
cuerpo
y
no
la mente.
30
El cuerpo no piensa.
31
No tiene la capacidad de aprender, perdonar o esclavizar.
32
No da órdenes que la mente necesite acatar, ni fija condiciones que él tenga necesariamente que obedecer.
33
Sólo mantiene en prisión a la mente que quiere morar en él.
34
El cuerpo se enferma por orden de la mente que quiere ser su prisionera.
35
Y envejece y muere porque,
en su fuero interno
, ésta mente está enferma
7
.
36
El aprendizaje es lo único que puede producir cambios.
37
Y así, el cuerpo —al que
le es imposible
aprender— jamás podrá cambiar, a menos que la mente
prefiera
que el cuerpo cambie de apariencia para amoldarse al propósito que ella le confiera.
38
Pues la mente sí
puede
aprender, y es
en ella
donde
todo
cambio tiene lugar.
T31.3 [30] 39
La mente que se considera pecado sólo tiene
un
propósito: que el cuerpo sea la fuente del pecado, y que la
mantenga
en la prisión que ella misma escogió y vigila, donde se mantiene separada, durmiendo como prisionera de los perros rabiosos del odio y la maldad, de la enfermedad y el ataque, del dolor y la vejez, de la angustia y el sufrimiento.
40
Aquí se conservan los pensamientos de sacrificio, pues aquí manda la culpa, que ordena al mundo ser como ella: un lugar donde nadie puede hallar misericordia, ni sobrevivir a los estragos del miedo, excepto mediante el asesinato y la muerte.
41
Pues aquí es donde te haces pecador, y el pecado no puede convivir con los que están alegres y son libres, pues son los enemigos a los que el pecado tiene necesariamente que matar.
42
La muerte es lo que preserva el pecado y, los que creen ser pecado
deben
morir por razón de lo que creen ser.
T31.3 [31] 43
Alegrémonos de que
vas
a ver lo que verdaderamente crees, y de que te
haya
sido dado poder
cambiar
lo que creías.
44
El cuerpo simplemente te seguirá.
45
Jamás
te podrá conducir donde tú no quieras ir.
46
No es un centinela de tu sueño, ni interfiere en tu despertar.
47
Libera a tu cuerpo del encarcelamiento
8
, y no verás a nadie prisionero de lo que tú escapaste.
48
Tampoco
querrás
retener en la culpa a los que escogiste como enemigos, ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a los que piensas que son tus amigos.
T31.3 [32] 49
Los inocentes liberan en acción de gracias por
su
liberación
9
.
50
Y lo que ven apoya su liberación
del
encarcelamiento y de la muerte.
51
Abre tu mente al cambio, y ningún antiguo castigo le será impuesto a tu hermano
ni
a ti.
52
Pues Dios ha dicho que realmente
no hay
sacrificio que se pueda pedir,
ni
sacrificio que se pueda hacer.
|
|
7
La
enfermedad
de todas las enfermedades, cuando decidimos pensar con el Espíritu Santo, es la separación de Dios y todas las secuelas que ésta trajo consigo. Además, se quiere creer que Dios no tuvo ni tiene nada que ver con ella, ni con la hechura del tiempo y del espacio y todo lo que estos contienen, ni con lo que ocurre a diario en el Cosmos, ya que nuestra verdadera Realidad —como las Almas perfectas y eternas, Una en Cristo, que verdaderamente somos— es la de ser el Hijo único de Dios, en el eterno Presente de Su Unicidad. En cambio, cuando pensamos con el ego —que es lo que hacemos habitualmente— creemos que nuestra realidad es todo lo que percibimos con él, incluyendo las cosas aparentemente buenas y malas, y dentro de las malas, las enfermedades psíquicas y físicas, y finalmente la muerte. Ver
T9.11, T27.6, T28.4, L136, M5.2, M5.3.3
8
… del pensar del ego
9
Libertad
con mayúscula es, en la eterna Unicidad, la libre Voluntad de Dios de Amar o crear, Que es también la libre Voluntad de todos nosotros como Almas perfectas y eternas, Una en Cristo, Su único hijo, de amar y ser amados. Aquí, en minúscula,
libertad
, cuando pienso "nos" con el Espíritu Santo, es la liberación del confinamiento impuesto por las mentes individuales separadas unas de otras, para amar sin excepción y por igual a todos, como reflejo de la Unicidad; y, cuando pienso con el ego, es lo que decido hacer con mi libre albedrío, según las leyes de la evolución y escasez. Ver
T2.6 [109], T13.7 [62], T17.6 [52], L199, LR6 (-206)
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Un Curso sobre Milagros – Preliminares
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