“Por eso os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” —
Lucas 11:9-10
Encuentro que la oración es una labor difícil. Tengo estudiantes y amigos de la iglesia más evangélica que siempre hablan de cómo el Señor responde a sus oraciones. Yo crecí en la parte oriental de Texas donde cantaban acerca de “tener una conversación pequeña con Jesús para hacerlo correcto.” Pero encuentro que la oración es misterio. De verdad, el Todopoderoso parece ser un poco tímido alrededor de mí.
Me pregunto si soy como el hombre que no creía que Dios respondió a oraciones y se encontró perdido en la tierra salvaje de Alaska. Por fin se presentó en la casa otra vez y le preguntaron, “Pues, ¿oraste por salvación y encontraste que sí funciona?”
“Oh, sí oré pero nada ocurrió.”
“Entonces cómo es que sobreviviste?”
“Estas personas nativas pasaron en canoa y me llevaron a casa.”
¿Cuántas veces hemos sido salvados y lo nombramos suerte? ¡De verdad encuentro que más coincidencias parecen ocurrir cuando oro que cuando no oro!
La crisis agrícola de los 1980 afectó al granjero de Iowa duramente. El distrito donde serví en el sur de Iowa fue afectado por desesperación como vecino tras vecino perdió la granja de la familia. Lo llamaron “yéndose al pique.”
Un una ocasión, un sábado por la mañana, me junté con granjeros para poner más de cien cruces blancas en el césped de la corte, cada cruz representando una granja que “se había ido al pique.” Más tarde en una iglesia cerca, Obispo Wayne Clymer se juntó con nosotros para ofrecer oraciones. El banco local se había cerrado unas pocas semanas antes de que fuera a comenzar el año escolar, y todo el dinero en ese banco no estaba convertible. El Obispo me había dado un cheque grande del
Comité de Alivio
para pagar los costos de los niños para regresar a la escuela. Le dije que estos laicos escoses de Mount Ayr no tomarían donativos, aún de su obispo. Dijo, “Pues, entonces, pide que cada iglesia tome una ofrenda y pon nuestro cheque en el plato con todos los otros. Llámalo ‘vecino ayudando a vecino’.”
Eso sí funcionó. Más tarde el fondo de Vecino Ayudando a Vecino que creamos ese día recibió miles de dólares de todas partes de Iowa para ayudar a personas rurales. Eso fue, para mí, la clase de oración que funciona.
Paul Tillich dijo una vez que si oras, también debes trabajar para que ocurra la oración. Creo que la oración abre espacio en que Dios puede actuar. Serví en el Gabinete de Iowa con el Obispo Ruben Job. Siempre será recordado como un hombre de convicción y oración profundas. También era una persona de acción. Una vez cuando le dije que personas en nuestro distrito sin aseguranza de salud usaban el veterinario local para ayuda, dijo, “Que aseguremos que un/a trabajador/a comunitaria vaya al distrito para trabajar con un equipo de enfermeras.” Dije que habíamos intentado pero la oficina nacional estaba demasiado despacio — costaría meses. “No,” dijo el Obispo, “haré el nombramiento y pediremos que ellos lo confirmen.”
Lo hizo. La Junta Nacional no estaba contento, pero no se peleaba con ese Obispo. Tenía la fama de ser hombre espiritual, pero como un granjero de Iowa dijo, “Ese obispo es tan fuerte como arrabio.” Nosotros en la iglesia lo echamos de menos tanto. La persona que nombró como Trabajadora de la Iglesia y la Comunidad, la Rvda. Kathleen Clark, más tarde fue encargada del Programa Nacional de Trabajadores de la Iglesia y la Comunidad y trabajó allá quince años.
Todo esto es decir que la oración no debe ser separada de la acción. Es un poco como Santiago el pescador de
El viejo y el mar,
quien por fin pescó un gran pescado que podía dar de comer a su familia sólo si no escapara. Como se agarraba la línea con manos sangrientas, gritó “Avemaría” al Todopoderoso.
Abraham Heschel nos acuerda que la oración no es panacea, no sustituye por la acción. Hable de la oración como un rayo de una linterna para dispersar la tinieblas. Es en la luz que nosotros — que tanteamos, tropezamos, y subimos — descubrimos donde nos encontramos, lo que nos rodea, y el camino que debemos seguir. En su brillo observamos el valor de nuestros esfuerzos, el alcance de nuestras esperanzas, y el significado de nuestras acciones.*
La oración es más que un camino fuera si las cosas no salen bien, o una celebración si salen bien. Para mí es vital como el aire que respiramos. Como Heschel dice, “¡Es posible que la oración no nos salve, pero hace que vale la pena salvarnos!”
Querido Dios, no sabemos cómo debemos orar. Sálvanos de las distracciones de este mundo, permítenos centrar nuestras vidas en tus propósitos, danos en estos días una nueva esperanza para el futuro, y la energía de trabajar para que llegue. Oramos en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
*Para los que van a usar el texto sobre la oración, he aquí dos recursos:
Abraham Joshua Heschel,
Pedí Asombros [I Asked for Wonder]
, editado por Samuel H. Dresner, p. 20ff.
Thomas Merton,
Oración Contemplativa [Contemplative Prayer],
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