No temas pedir ayuda. 


Todo mundo necesita ayuda, y aunque todos lo sabemos, no siempre lo aceptamos y tampoco la pedimos. Encerrarnos en nosotros mismos nos impide recibir la ayuda que necesitamos porque dejamos de lado la experiencia de otras personas que nos pueden ser de bendición.

Una manifestación muy frecuente de no pedir ayuda es culpar a otros de nuestros problemas. ¿Te ha pasado? Si lo has hecho, probablemente te diste cuenta que anulaste tu capacidad para relacionarte adecuadamente con otras personas, lo que te pudo haber llevado a sentirte solo sin tener el beneficio de recibir el apoyo de aquellos a quienes les importas. 

Piensa por un momento si las personas a tu alrededor realmente son las culpables de lo que te sucede, pues debes saber que sólo tú eres responsable de tus propias palabras, acciones o sentimientos, y no de las palabras, acciones o sentimientos de los demás.  Y si eres de aquellos que no suelen pedir ayuda, probablemente seas una persona que se descalifique a menudo debido a los altos estándares que te impones. Esto es también, una manera de impedirte  ti mismo recibir la ayuda que mereces. Así que, ¡no seas tan duro contigo mismo! Pídele a Dios dirección en tu vida, pero sobre todo pide sabiduría para que puedas pedir la ayuda que necesitas de las personas correctas, en el momento correcto.

Lee el  Salmo 119:67  y reflexiona sobre lo que deberías cambiar para dejar de sabotear el privilegio que tienes para recibir ayuda:

Yo solía desviarme, hasta que me disciplinaste; 
pero ahora sigo de cerca tu palabra.


No temas pedir ayuda de otros, Dios estará contigo y te fortalecerá en cada proceso que experimentes. ¡Deja el miedo atrás y comienza a vivir la vida que Dios tiene para ti!


Tu amigo,
Randy O. Morrison.

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