Nº12
05 /2017

Estar consciente de mi mismo, de otros y de mi alrededor

El segundo principio de TBRI (intervención relacional basada en la confianza, por sus siglas en inglés), es el Principio de Conexión. Para poder conectarnos con nuestros hijos, debemos estar conscientes de lo que nos está pasando internamente como individuos a la vez que externamente, y tomar en cuenta a los que nos rodean. 

Veamos un ejemplo:
Llego a casa y están los niños saltando en mi cama, no han hecho su tarea, enseguida me altero y los regaño. Me pongo a hacer la cena, y espero que ellos estén sentados a la hora que les digo y comamos en familia. Pero en lugar de eso, ellos se quejan que soy amargada, dicen que no tienen hambre, y que no les gusta lo que cociné. Me enojo y los mando a su cuarto.

¿Qué puede haber pasado aquí?

Primero empecemos reflexionando acerca de mi propio estado mental y de ánimo: 
¿Cómo llego yo como individuo a interactuar con mis hijos? (también aplica a los que trabajan con niños) 
Me siento realmente cansada, se presentaron diversas situaciones en la oficina, pasé más tiempo en tráfico del que me hubiera gustado y estuve pensando buen rato en llegar a casa a descansar. Pero llego y es zona de guerra, lo que choca con mis expectativas y me hace enojar. Tengo la tendencia de culpar a mis hijos por lo que sale mal. Me quejo que son unos desordenados, desconsiderados y desobedientes. Yo llego con la expectativa de que los niños sean obedientes, hayan hecho sus tareas y coman a la hora que yo diga pero  la realidad, es que ellos también tienen su propia experiencia, también están experimentando un estado mental y de ánimo producto de lo que han vivido en el día. 

Veamos, l os niños están acostumbrados a que llegues a casa alrededor de las 5:00 pm.  Ese día llegaste a las 7:00 pm y se les movió la rutina a todos. Los niños estuvieron esperándote por dos horas para jugar, y ahora en vez de poder pasar tiempo divertido con mamá y/o papá reciben regaños, tienen que hacer la tarea ahora que nadie está de ánimos y encima comer con una buena actitud cuando probablemente tu mismo la perdiste ya. 

A esto es lo que nos referimos con estar conscientes de nosotros mismos y de la realidad de nuestros hijos, a poder reconocer que hay cosas que me están pasando a mi que influyen en como veo lo que me sucede y cómo respondo y a la vez, reconocer que mi hijo está pasando por algo que influye en su interior, y que también afecta como responde. 

Si nos vamos un poquito más allá. Vamos a un compromiso social, como una fiesta de cumpleaños, y llega la hora de irse. Nuestro hijo empieza a hacer una pataleta porque no se quiere ir, y en ese momento su actitud nos hace perder la calma. Pero, ¿por qué? 
1- Me esta faltando el respeto en público, 
2- Me preocupa lo que piensan los otros de mí; van a decir que me dejo dominar por mi hijo y que soy mal padre,
3- No debe hablarme así, y en el fondo me recuerda que cuando yo estaba pequeña me pegaban cuando hacia una pataleta y ni siquiera podía hablarle así a mis papás. Casi que no podía expresarme. 
¿Cuál crees que puede ser la respuesta ideal en esta ocasión?

Lo ideal es poder reconocer que mi hijo está pasando por una situación difícil, que no sabe como manejar sus emociones ni la situación y que necesita de mi ayuda para lograrlo. 

1- Si, es verdad, me esta faltando el respeto y yo como madre reconozco que me siento humillada y avergonzada.
2- Si, realmente no me debe hablar así, 
¿qué tal si le digo que lo pida de nuevo con respeto? (hacerlo cuando aún no haya escalado a la pataleta!)
 ¿Le dijiste con anticipación que pronto se tendrían que ir para hacer más fácil la transición? 
¿Negociaron o hablaron con antelación la hora que se irían de la fiesta?
3- Si, recuerdo que en mi niñez no podía hablarle a mis padres sobre mis sentimientos, puedo reconocer que me hacía sentir triste o a veces temor el no poder expresarme con mis papás. Pero ahora tengo una oportunidad de enseñarle algo más a mi hijo. 


Recordemos que aquellos que son amados reciben disciplina. (Y disciplina no significa necesariamente golpes o castigos, sino enseñar y hacer discípulo)

Muchas personas se enfocarían en demostrar autoridad y obtener obediencia infundiendo temor en los niños. Pero esto sería un error, nuestra meta principal en estos momentos es la conexión para luego corregir, y que, luego de enseñar o disciplinar, nuestros hijos se sientan más unidos a nosotros que antes, que ambos nos sintamos contentos y amados por el otro. Y mira que contento no necesariamente es lo mismo que feliz. 

Tenemos que buscar entender ¿por qué mi hijo/a está reaccionando así?. Podemos empezar observando su estado físico para así responder con compasión y entendimiento. ¿Será que está cansado, enojado o se siente solo?, o ¿será que tiene hambre o sed?. Luego de esto, observemos nuestros propio estado físico, para estar consciente de nuestra realidad y tratar de dar la mejor respuesta. Es nuestra responsabilidad como adultos, no responder con una pataleta de adultos.

Queremos ayudar al niño a través de la co-regulación. Es decir: él no se regula solo, porque no puede o no ha aprendido y yo como adulto lo acompaño a regular su emoción, validando sus sentimientos y ayudándole a calmarse. Luego de esto, pasamos a la corrección. 

Ese momento de co-regulación es parte de la conexión, poder parar y reconocer lo que me está sucediendo internamente respecto a la situación y enfrentarlo. 

Si ves que te abruma demasiado alguna conducta de tu hijo/a, sería bueno hablarlo con algún otro adulto ya sea tu pareja, un consejero, líder espiritual o alguien de tu confianza que te pueda guiar, dar herramientas y/o acompañarte mientras enfrentas y buscas sanar tus heridas. 

Todos hemos sido lastimados o heridos en el pasado, ya sea por nuestros padres, hermanos, familiares, colegas o amigos, y éstas heridas dejan marcas que influyen en cómo vemos y reaccionamos ante las situaciones. A veces las emociones nos nublan y no nos permiten pensar y responder con claridad. A veces como adultos necesitamos un tiempo fuera para calmarnos y resolver. 

No podemos llevar a nuestros hijos o niños a un lugar donde no hemos ido nosotros.

¿Qué dice la Palabra de Dios?


Nos dice, que pongamos todas nuestras cargas en Dios, pues el cuida de nosotros. Para hacerlo, debemos reconocer que tenemos cargas y cuáles son, que Él es el único capaz de sostenernos, sanarnos y ayudarnos.


Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti;
Salmos 55:22

Dios envió a Jesús a la tierra, se hizo hombre y mientras estuvo aquí, experimentó todo dolor, abuso, abandono, rechazo, etc., así se acercó cuando nosotros no podíamos hacerlo. Para restaurar nuestra relación con Dios y darnos vida.

 
Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo.
2 Corintios 5:21

Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó.
Hebreos 4:15

A medida que decidimos buscarlo y caminar con Él, podemos experimentar Su presencia y paz que nos ayuda a calmarnos, y dejar nuestras cargas y seguir adelante. Al decidir reconocerlo como Salvador y Rey, tenemos el privilegio de una relación con el Padre a través de Jesús,  A la vez podemos reflejar esa relación con nuestros hijos y/o los niños o adolescentes con quienes trabajamos.

Oramos que todos podamos ver y reconocer esas áreas que necesitan sanar, que recibamos esa paz que solo puede dar Jesús,  perseverancia y amor, sabiduría para entender, y compasión para conectarnos y enseñar a los niños, acompañándolos en la medida que ellos sanan.

Que el Señor les bendiga.

Servicios a la Familia de Clamor del Corazón Ministerio a los Niños 
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