El Obispo Gutiérrez, sobre los eventos en Charlottesville, VA

"Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si en este día tú también entendieras lo que puede darte paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Pues van a venir para ti días malos, en que tus enemigos harán un muro a tu alrededor, y te rodearán y atacarán por todos lados, y te destruirán por completo.  Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no reconociste el momento en que Dios vino a visitarte."  Lucas 19:41-44

Escribo este comunicado en respuesta a los eventos sucedidos en Charlottesville, VA, estoy horrorizado y con dolor en el corazón. Cuando supe de la muerte de Heather Heyer, quien falleciera tratando de promover la paz, me sentí físicamente afectado por la pena. Sin embargo, en medio del horror sigo teniendo esperanza porque creo en el poder transformador de la oración y en Jesucristo.  Después de ver el odio por motivos raciales, la violencia y la muerte ocurrida en Virginia, es evidente que esto es algo malévolo que ha ocurrido en este país.

Escribo como americano y como seguidor de Jesucristo. Me enferma desde el centro de mi corazón el ver estos terroristas internos exponiendo su doctrina de odio. La glorificación del genocidio, la maldad y el odio no tienen lugar en nuestro discurso cívico. Los corazones de nuestros precursores quienes sirvieron en la Segunda Guerra Mundial tienen que quebrantarse si vieran como la bandera Nazi se levanta en suelo americano. Imploro a nuestros líderes elegidos por el pueblo que sean inequívocos en su censura hacía la supremacía blanca, al nacionalismo racial, y a la violencia asociada con estos. Además, les pido que promulguen una legislación que pueda impedir que siga adelante este tipo de terrorismo interno.

Escribo, primeramente, como cristiano que sigue y sirve a Jesucristo, quien es mi salvador, y por quien todas las cosas son hechas nuevas. Pienso en el pasaje bíblico de Lucas, porque no me ayuda solo pensar en Jesús llorando de ver tanta división y animosidad. Como cristianos estamos llamados a brindar una alternativa sobre lo que es el Reino de los cielos existente en la tierra.  La construcción de este Reino no se puede hacer pasivamente, o volver a pagar con tal odio, con su propia moneda. En vez de hacer esto, tenemos que tomar pasos proactivos para cambiar nuestra iglesia y nuestro país.

Jesús tuvo entrada en el sufrimiento del mundo, y nosotros tenemos que hacer lo mismo. Tenemos que dirigirnos al rico y al pobre, el incluido y el excluido, a los de todas las razas y nacionalidades, a los que son LGBTQ, y por todos aquellos que sienten los efectos de ser marginados y odiados. Tenemos que predicar continuamente, que, a pesar de nuestras supuestas diferencias, que cada ser es creado a la imagen del amor y dador de la vida, a la imagen de Dios. Ahora tenemos que vivirlo. Tenemos que ser testigos del poder del amor de Dios y del poder de la reconciliación en nuestros vecindarios, comunidades y con nuestro país.

Como cristianos, todos adoramos al mismo Dios y seguimos a Jesucristo. Oramos al mismo Dios amoroso y liberador. Cada semana nos unimos como el cuerpo de Cristo y compartimos la santa comida y la santa bebida del mismo cáliz. Ahora tenemos que vivirlo. Nuestra fe en Jesucristo es la fuerza mayor sobre la tierra. Como su Obispo, es mi deseo que comencemos en nuestra diócesis una discusión que cree la visión en la cual todas las personas encuentren su lugar del que realmente pertenezcan como un rebaño bajo un pastor. A fin de que esto se haga, de que seamos esto, todavía tenemos que actuar. Para este fin, estos son algunos de los pensamientos que ofrezco:

1. Que podamos discutir abiertamente sobre las situaciones que están ocurriendo y cómo cada iglesia pueda ser un agente de cambios. Podemos facilitar conversaciones de forma abierta y segura. Esto significa, compartir honestamente nuestras experiencias, pero lo más importante es que implica participar activamente y que nos comprometamos en escuchar como algo sagrado, así poder de verdad escuchar lo que los demás están diciendo.

2. Que podamos enfrentar abierta y honestamente los asuntos sobre clases sociales y de razas que dividen nuestra sociedad.  Que leamos y discutamos libros y textos como el de Tim Wise, White Like Me, el de J.D. Vance, Hillbilly Elegy, el de Ta-nehishi Coates, Between the World and Me,  el de Kelly Brown Douglas, Stand your Ground, o el de James Cone The Cross the Lynching Tree. Estando en el mismo espíritu y con fuentes de información como estas, motiven a sus líderes de la juventud para que se lleven a cabo conversaciones de manera abierta y honesta entre la gente joven.

3. Que podamos redoblar nuestros adiestramientos para despertar nuestra conciencia y desmantelar el racismo, el sexismo, la homofobia y cualquier otra forma de fanatismo y de exclusión. Estos adiestramientos no pueden convertirse simplemente en un formulario con partes que requieren una marca de realizado. Más bien deben convertirse en el instrumento que sea parte de la cultura diocesana que represente un real deseo de erradicar el odio y toda forma de exclusión.

4. Que nuestro llamado y nuestros procesos para el discernimiento, principalmente y ante todo, puedan estar abiertos y centrados para todos, tenga o no tenga el candidato a Jesucristo como su único enfoque del ministerio.

5. Que podamos de manera activa confortar el racismo y el fanatismo en todas sus formas. Cuando una broma o chiste es dicho, o algún comentario racista es pronunciado, que podamos estar preparados para responder y confrontar el comentario, señalándolo como tal, en vez de dejar pasar éste sin desafiarlo.

6. Que podamos reconocer el trabajo interno que cada uno de nosotros necesita hacer. Debemos orar de lleno y con valentía mirar en lo más profundo de nuestros propios corazones e identificar nuestros propios prejuicios. Una vez identificado tal pecado, debemos buscar el perdón y confesar, ya sea en medio de todos mientras adoramos, o declararlo de manera privada con un confesor. El Sacramento de la Reconciliación puede ser una herramienta poderosa para construir una cultura con sentido de pertenencia.

7. Que nuestras Iglesias puedan intencionalmente involucrarse con la comunidad en general y con lo que les rodea. Tenemos que crear una comunidad cristiana donde todas las iglesias sean desafiadas a sí mismas en el servicio a los demás, con aquellos quienes son notablemente diferentes en términos por su color de piel, por su condición económica o por su ubicación geográfica. Tenemos que honestamente mirarnos a nosotros mismos y discernir que barreras hemos levantado que hacen posible que aquellos que tienen un historial diferente, no se sientan cómodos o que sientan que no pertenecen al lugar donde están. Como última instancia, cada congregación y cada cristiano tiene que retarse a sí mismo, creando un sentido de pertenencia que brinde una alternativa al mundo donde podamos comer juntos, servir juntos, orar juntos, y amar en unidad.

8. Que nuestras Iglesias puedan comprometerse seriamente a orar por nuestro país, yendo en contra de poderes basados en el odio, el racismo y la violencia que buscan la destrucción de los hijos e hijas que Dios ama. Esto puede organizarse de forma especial como vigilias de oración, oficiar la Oración de los Fieles dirigidas para estas situaciones, motivar a la provisión de recursos, que cada miembro de nuestras congregaciones aporte su tiempo en oración y reflexión individual sobre estos problemas.

Jesucristo es la única solución. Como Iglesia estamos encargados de hablar con Su voz y actuar como Su Cuerpo aquí en la tierra. Les pido, como seguidores de Jesucristo en la Diócesis Episcopal de Pennsylvania, que se unan conmigo en diseñar un mejor camino. La única forma de cambio ocurrirá si toda la gente se une.

En mi nuevo episcopado, muchas veces les he escrito, como hemos tenido que confrontar los horrores de la violencia, los asesinados en masa, las balaceras en las escuelas, y el fanatismo. No podemos esperar lo próximo a suceder para actuar. En vez de, tenemos que enfrentar esta obscuridad en el presente con la urgencia que esto demanda.  A pesar de que la obscuridad pueda amenazarnos hasta agobiarnos, llevamos en nosotros un destello de luz que se inicia en nuestras almas, en nuestros corazones, y esta chispa que se enciende proviene de nuestra creencia en Jesucristo.

Por lo tanto, públicamente vuelvo a comprometerme a trabajar con ustedes desde nuestra Diócesis, a erradicar el racismo en todas sus formas, el antisemitismo, y toda otra forma de fanatismo que dieron voz en Charlottesville.  Continuaremos fortaleciendo y sosteniendo el trabajo que realiza la Comisión sobre Anti-racismo, brindándole otros recursos para resistir el trabajo crucial y santo. Que verdaderamente podamos convertirnos en una Diócesis en la que las personas encuentren, no solo una bienvenida, sino que hallen el lugar a donde de verdad pertenecen. Si podemos ayudar a su congregación de alguna forma a comprometerse en este trabajo, por favor contáctenos en las oficinas diocesanas, y gustosamente lo haremos.

En el nombre de nuestro Salvador, tenemos que actuar ahora en sanarnos a nosotros mismos, a nuestra nación, y a nuestro mundo. Con la ayuda de Dios encontraremos el modo de dirigir nuestra iglesia y gobernar nuestro país. Pueda Dios abrir nuestros ojos para vernos los unos a los otros en la igualdad de su divinidad, que realmente nos convirtamos en instrumentos de la paz de Dios. Puede que tropecemos y puede ser que caigamos mientras caminamos, pero al final sabremos que no importa que tengamos faltas o haya contratiempos, se nos ha dicho que somos sostenidos por y en el abrazo amoroso de Dios.

En Cristo,

Ilmo. Rvdmo. Daniel G.P. Gutiérrez
XVI Obispo de la Diócesis Episcopal de Pennsylvania

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